El cuarteto soprende con una obra en donde a su estilo de siempre le suman toques pop y arreglos electrónicos.
Hijos de la era digital, el futurismo que plasman en su nuevo disco, Humanoid, los germanos Tokio Hotel es, por decirlo de alguna forma, inocente. Musicalmente hablando, Humanoid es una obra en la que los hermanos Kaulitz y compañía continúan desarrollando ciertos aspectos de sus álbumes anteriores – electricidad, melodías, y letras donde plasman su visión adolescente del amor y la tristeza – pero con el agregado de sintetizadores, sonidos electrónicos y un espíritu más pop.
A primera escucha queda claro que Depeche Mode la mayor influencia que Tokio Hotel tuvo a la hora de concebir este disco. Por ejemplo, el tema “Conect to human” es una especie de “Personal Jesus” lavado, donde sobrevive el riff pero no quedan vestigios de la mugre blusera que tan bien supieron lograr Martin Gore y Dave Gaham. Es más, los momentos más interesantes – “Noise”, “Dogs unleashed” y “Pain of love” – son aquellos en los que toman elementos del synth pop de los 80 y se sacan de encima la cruz de ser una banda emo.
Pero como dijimos al principio, no todo es cambio en Humanoid: todavía subsisten las baladas que toda fanática espera (“Zoom into me”) y temas con furibundas guitarras (“Humanoid”).
Si hay algo para reprocharle al álbum es confundir la búsqueda estética del mecanicismo – algo que lograron con creces sus coterráneos Kraftwerk – con sobreproducción. Es tal la perfección obtenida en estudio que hasta los estallidos eléctricos suenan contenidos, como si todo hubiera sido medido y calculado milimétricamente, pero sin lograr nunca el efecto buscado.
A pesar de que el disco deja la sensación de tibieza – es una apuesta a medias-, es loable la intención de Tokio Hotel de buscar nuevos rumbos y asumir nuevos desafíos. Ojalá que sigan así.
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