Admito que no los conocía demasiado, así que me propuse ver el programa para descubrir de dónde viene la pasión de las carpeteras (con perdón) por estos chavales.
Ni que decir tiene que aún ignoro la razón. Los cuatro muchachos son de lo más soso que he visto y sólo uno de ellos, el gemelo que lleva la cresta (el cantante, vamos), intentó estar a la altura de lo que se supone es un programa de humor (imagino que lo sabían antes de venir…).
Soy consciente de que algunos momentos del programa pudieron ser tediosos para los cuatro alemanes, especialmente la parte del experimento de Flipy, pero vamos, de ahí a las caras que ponían algunas veces y a la bordería del batería, que dijo que no repetía una frase en español (”No es mío, se lo estaba guardando a un amigo”) porque le parecía “tonta”… hay un trecho. ¡¡¡QUE ESTÁN DE PROMOCIÓN!!! Eso roza la mala educación, hombre.
Normal que al batería no le dejaran hablar y nadie le preguntara nada. Aunque bueno, el pobre (rollizo y de buen comer, eso quedó claro) seguramente era un tío la mar de majo hasta el mes de julio, cuando le abrieron la cabeza de un botellazo.
Las comparaciones son odiosas, sí, pero lo de Tokio Hotel en El Hormiguero fue peor aún que lo de Ashley Tisdale o Miley Cyrus. Lejos, lejísimos, a años luz de Will Smith o Hugh Jackman.
Si no llega a estar el cantante, que hizo unas cuantas chorradas como lamer un delantal antes de tirarlo por la ventana, preparar unos espaguetis o comerse una galleta helada, habría quitado la tele.
Flaco favor se hacen teniendo unos personajes (no me creo que sean así) tan bordes. Las niñas gritarán hagan lo que hagan; no en vano, aplaudieron al cantante cuando exprimió un limón, pero quien lo viera como yo, de primeras, no es que no se vaya a comprar un disco suyo, es que no se lo va ni a bajar de Internet (ahí va lo que ha dicho…).
PD: Por cierto, la edad, desde que estuvo Djokovic en el programa, ya no es excusa.
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