lunes, 13 de abril de 2009

De fan a fan y tiro porque me toca

Tener más de 100 discos de conciertos de un artista es cosa fina, y si es por la generosidad de quienes comparten tu pasión, mejor. Quien da a un artista una importancia capital no tiene por qué ser ‘friki’¿ si lo controla.
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Hay quienes juegan con trenes eléctricos, diseñan postales virtuales de cumpleaños en las redes sociales, coleccionan sellos o pasan las mañanas de los domingos compitiendo con coches de radiocontrol. Otros funden su pasión coleccionista con la devoción hacia un músico. Dentro de este segmento humano, que a partir de ahora recibirá la denominación de fan, hay elementos a los que se le ha ido la pinza, como si fueran sábanas juguetonas con el cierzo. El nombre del ídolo tatuado en los párpados, un iPod lleno de sus canciones y otro para el resto de la música del mundo, una campaña para que se ponga el nombre del citado ídolo a la calle donde vive su fan… son casos extremos. (…)

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Kilómetros y escalada
Los fans con ‘f’ de fascinados se patean el mundo sin pestañear para seguir en directo a sus ídolos. Bunbury, por ejemplo, hizo que las valencianas Pilar, Kara y Alboraya (del foro Bunburydad) pusieran proa a Las Vegas hace mes y medio. Tras una semana entera de viaje, regresaron a casa con mil anécdotas, ninguna de ellas truculenta.

No es el caso de los fans con ‘p’ de pirados. Las bandas de adolescentes para adolescentes tienen la mayor tasa de historias para no dormir. Los alemanes Tokio Hotel son un buen ejemplo: hace poco, una chiquilla de 16 años trepó por la pared de un edificio hasta la suite en la que la banda atendía un compromiso publicitario, y estuvo a punto de caer al vacío. Los bomberos la rescataron, pero el grupo quedó en ’shock’. Incluso suspendieron algún concierto, aunque oficialmente se argumentó una enfermedad en las cuerdas vocales de su cantante, Bill Kaulitz. (…)

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